Cuando se escoge una zona para la siembra es muy importante la fertilidad de este no solo para mantener el cultivo, sino también para proteger la vegetación natural que habitaba en él. Los nutrientes que absorben las raíces regresan al suelo alimentando a otras plantas futuras. Cuando las plantas funcionan de alimento para ciertas especies de animales, los nutrientes vuelven cuando los animales las dejan de consumir, cuando estos mueres o a través de sus excrementos. Esto indica que existe un ciclo natural que certifica la reposición de los nutrientes que fueron consumidos.
Pero en el suelo labrado, que es cultivado para otros fines, se rompe totalmente este ciclo. Los nutrientes no vuelven al suelo, debido a que permanecerán en las plantas que se cosechan. Los restos se utilizan como forraje o terminan quemándose. Así, reducen los nutrientes y sobre todo la fertilidad.
Destrucción del suelo
Para obviar la destrucción del suelo, es preciso reanudar los nutrientes perdidos. Usando los fertilizantes más apropiados como es el abono orgánico. Otro tipo es el estiércol, una especie de abono completo y que está equilibrado, es decir, posee todos los nutrientes que requiere la planta y en las porciones convenientes. Igualmente, es muy aconsejable él composte y los estiércoles verdes. No solo agregan nutrientes, sino que renuevan la textura del suelo. Al incrementar su porosidad, incrementa su aireación y su capacidad mantener la humedad.
La siembra de leguminosas (lupino, frijol, acacias, trébol) es de gran beneficio para la agricultura sostenible. Poseen la propiedad de incrustar nitrógeno, gracias a la unión simbiótica entre algún tipo de bacterias y sus raíces de leguminosas.
Las bacterias se despliegan en pequeñas colonias ubicadas en las raíces y originan el nitrógeno en forma nutritivo por las plantas. Por lo tanto, las plantas les aportan sustancias orgánicas que las bacterias requieren y no logran producir. Las plantas usan el nitrógeno que toman de las bacterias para la producción de proteínas vegetales.
Las leguminosas son un perfecto abono para los suelos dañados. Los abonos verdes funcionan como cultivos que se usan para nutrir y proteger el suelo. No se recogen porque se sepultan cuando están en pleno flor, que es cuando tienen bastantes nutrientes. Durante su desarrollo, crean una protección vegetal que minimiza la erosión.
Asimismo, está cubierta vegetal protege el área superficial del suelo de la exposición diaria a los rayos del sol. Estos rayos activan la descomposición de la materia orgánica, lo que minimiza su presencia.
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